Hemos nacido para relacionarnos, y la base de toda relación es la comunicación. Saber cómo expresarnos y poder poner en palabras nuestros pensamientos y sentimientos es una herramienta fundamental para el bienestar. Ser claros, concretos y respetuosos podrían ser la clave en la que sostener nuestros contactos, pero es francamente complejo a veces.

Existen conversaciones superficiales y necesarias: te habrá pasado en situaciones como cuando conoces a alguien, por ejemplo, en un curso. Lo que a veces sucede es, que si tenemos un mal día, podemos hacer como las avestruces y literalmente estar presentes sin relacionarnos, o podemos tirar sobre los otros nuestro mal día. Aunque otra opción es sentirnos parte de lo que nos rodea y ser amables, porque ser amables con los demás es también ser respetuosos con nosotros.

Habrá otras conversaciones en las que nos mostramos y buscamos el reconocimiento de los demás; contamos ideas o anécdotas e incluso le decimos a la otra persona cómo es la manera en la que deben hacerse las cosas. Estas situaciones no escuchan al otro, ni muestran curiosidad por el espacio de encuentro, y es que nuestro ego también siente la necesidad de ser tenido en cuenta. Prestar atención al hecho de que necesitamos este reconocimiento es saludable, para poder ajustarlo en cada uno, y entenderlo y ponerle límite en los demás.

En otros momentos, si hablamos de lo que nos ocurre y cómo nos sentimos, le damos a la otra persona información de nuestra intimidad. Mostrar nuestra parte personal incluye mostrar emociones y puede resultar abrumador (para ti y para la persona que te escucha), por eso es importante aprender a hacerlo. Es fundamental saber con quién y cómo expresarnos desde la emoción. Ahora bien, puede ser unidireccional y puede ser insuficiente para el encuentro. Eso sí, si en estas conversaciones además de expresarnos compartimos, y generamos un espacio de encuentro de mayor intensidad, es un paso para construir relaciones y para vincularnos; no sólo se habla desde el ego, sino que además se escucha atentamente, tenemos en cuenta al otro, y se le intenta entender poniéndonos en su emoción. Resulta reconfortante para ambas partes del encuentro y es fundamental para la resolución de conflictos.

Cada uno decidimos cómo nos ponemos en cada relación, eso sí, en función de ello el el bienestar será uno u otro. Si prestamos atención estrictamente al contenido del mensaje que queremos transmitir, y obviamos cómo es el espacio y el vinculo, habrá algo nuestro sin atender, y aunque podemos funcionar y ser prácticos siendo racionales y superficiales, siempre quedará una parte de bienestar sin alcanzar.

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